Por la lectura de la narrativa del evangelio de Mateo podemos deducir que una de las intenciones de Mateo era reflejar la vida de Moshé en la vida de Ieshúa, pues era en aquel entonces una idea importante tener como premisa fundamental que la vida del Mesías se parecería en casi toda forma imaginable a la de Moshé (): "como el primer redentor (Moshé), será el último redentor (el Mesías)". Esta premisa se convirtió en la referencia principal del rabinismo de aquel entonces para poder así identificar al Mesías del pueblo de Israel. Después de todo, "nunca se levantó otro profeta como Moshé" (Dt 34.10), pero en el mismo libro de la Torá se hizo una promesa que serviría como referencia para conocer quién sería el Mesías: "levantaré profeta en medio de sus hermanos, como tú" (Dt 18.18). Cuando leemos aquellos libros que fueron escritos por Moshé notamos que muy pocas veces Moshé escribió profecías directas como lo hicieron el resto de los profetas del Tanáj (AT). Y es que, a pesar de que Moshé no escribe profecía como oráculo enigmático, gran parte de la vida de Moshé registrada en la Torá era una imagen casi vívida de aquello que haría el Mesías cuando apareciera en la tierra. Por lo tanto, debemos de ver a Moshé como una sombra misma de la vida del Mesías, y es esta es la razón por la que Moshé es considerado hasta el día de hoy, el profeta de los profetas. No hay, ni nunca ha habido un profeta como Moshé, porque los otros profetas anunciaron la venida del Mesías con su boca, pero Moshé anunció la vida de Ieshúa con su propia vida y hechos.
Por lo tanto, si Mateo logra, por decir de alguna manera, mostrarle al pueblo judío al cual él pertenecía, que la vida de Ieshúa cumplía con todos los requisitos para ser aquel profeta como Moshé (Dt 18.18), entonces esto sería evidencia para demostrar que Ieshúa era quien decía ser: el Mashíaj, el Hijo de Elohím.
A este tipo de estudio y lectura de las narrativas de la Torá se les llama midrásh": una historia que está escrita con un propósito, mostrar mediante ilustraciones y textos didácticos, un evento similar que sucederá en el futuro. El midrash no exige ser una ficción. Tenemos el ejemplo que escribió el mismo Moshé en el libro de Génesis, cuando un padre tuvo un hijo unigénito, el cual iba a ser sacrificado, es decir, la historia de Avraham y su hijo Itzjáq, que fueron figura ilustrativa de la vida y sacrificio del Mesías Ieshúa. El midrásh es una historia con analogías. Dicho esto, por la narrativa que tuvo Mateo en el evangelio de su autoría, podemos ver una influencia notable sobre la premisa rabínica de aquella época que decía que la vida del Mesías sería similar a la de Moshé en casi toda forma imaginable.
De esta manera Mateo construye su composición literaria como el cumplimiento de aquello que la vida de Moshé había anunciado. Es por esto que, sin perder el midrásh que Mateo está construyendo, el autor del evangelio se salta, probablemente con intención, toda la infancia y juventud de Ieshúa hasta su madurez. Así también como tipo de esta historia dice en Éx 2:11: «en aquellos días crecido ya Moshé», pasa todo el tiempo desde la temprana juventud de Moshé, cuando su madre lo devolvió a la hija de Faraón, hasta que tenía ya cuarenta años (Hch 7.23). Entre la infancia de Moshé y el comienzo de su obra redentora hay un intervalo de cuarenta años transcurridos en la oscuridad del desierto de Madián; y entre la infancia de Ieshúa y su entrada en la historia de Israel como último Redentor hay un intervalo de treinta años transcurridos en la oscuridad de una aldea galilea. Mientras que Moshé fue anunciado en su nacimiento, y luego se oculta toda su infancia y juventud, apareciendo hasta su madurez, así también se anuncia el nacimiento de Ieshúa, se oculta su infancia y juventud, y aparece hasta su madurez, a lo que da el valor a lo que dice Mateo: " En aquellos días" (Mateo 3:1).
Parece evidente que Mt usó estos esquemas literarios no por razón del gusto y procedimientos ambientales, sino pretendió directamente presentar a Ieshúa como el nuevo Moisés, libertador del nuevo “pueblo de sus pecados” (Mt 1:21).
La inmersión en agua de Ieshúa tiene propósito de gran importancia para que su relato fuera mencionado en los evangelios sinópticos y el evangelio de Jn. Es uno de los únicos eventos que se menciona en todos los evangelios, pues no solo era el testimonio de Juan el Bautista, sino el testimonio que Ieshúa, al ser aquel en quien el Espíritu de Elohím descendía, venía a ser, según la terminología hebraica, el Mashíaj-Ungido-Cristo.
El Escenario.
La narrativa del Bautismo, a lo que yo llamo, la Inmersión de Ieshúa, en agua, para recibir así el Espíritu de Elohím, parece evocar un versículo del profeta Isaías. Le llamo "inmersión", ya que el griego bautismos (), significa "inmersión", de donde proviene el hebreo "tevilá", que también significa "inmersión" en agua. Aquel texto del profeta Isaías que parece evocar es Is